jueves, 8 de marzo de 2012

Segundas oportunidades.

Un foco blanco ilumina todos los rasgos de mi cara, un tubo sale de mi boca mientras una mascarilla me proporciona el oxigeno que yo no capto del aire. Hay personas a mi al rededor vestidas de verde pero no consigo ver sus rasgos, su cara, tan solo veo pares de ojos a mi alrededor mientras ordenan, mandan, cortan, inyectan. La habitación tiene ese olor antiséptico que siempre he odiado, lleno de instrumentos de las cuales jamas aprendería sus nombres.
Observo mientras con dos planchas posicionadas en mi pecho y me provocan una convulsión que hace que levante mi pecho de la camilla unos centímetros, pero nadie parece darse cuenta que estoy mirando.
Tan solo soy una espectadora y eso, me extraña.
De repente noto alguien a mi lado, es un hombre mayor, lo miro y el me observa con dolor en los ojos mientras vuelve a mirarme en la camilla:

+¿Puedes verme?.-Le digo un poco esperanzada por entender que pasa

El no contesta y  sigue observando la camilla y las personas de verde que siguen trabajando sobre ella.
De repente una luz que proviene de mis espaldas ilumina la habitación mucho mas que el foco de mi cara, el hombre me mira, sonríe y comienza andar para esa luz.

+¡Oye!.-Le digo mientras lo sigo.-Espera, no te vayas yo...

Corro hacia el y traspaso esa luz blanca, de repente toda luminosidad se ha ido, el olor antiséptico, el ruido, las personas de verde. Me encuentro en un callejón, la luz por la que acabo de traspasar ahora es una enorme pared que comienzo a tocar en busca de la puerta de luz otra vez, pero solo hay una pared.
Las paredes son de piedras grises y negras y no llego a ver el final de su altura. Miro hacia delante y veo que el hombre anda con paso constante subiendo unas escaleras que había al final del callejón, corro pero cuando llego al final del callejón el hombre ha llegado al final de las escaleras donde hay una gran puerta de barrotes de hierro.

+¡Espera, por favor! ¡Necesito saber donde estoy!.

Pero el hombre parece no escucharme, traspasa la puerta y desaparece.
Empiezo a preocuparme por no saber donde estoy y sobretodo de como salir de allí.

-Deberías subir, todo el que viene aquí sube y debe ser como una gran fiesta porque jamas vuelven y todos entran con una sonrisa.

De repente me doy cuenta de ella, es una muchacha sentada en la esquina del tercer escalón, tiene una media melena con las puntas peinadas hacia arriba, lleva un vestido azul en forma de evase, con guantes y un bolso de mano, con los codos apoyados en las rodillas y la barbilla en las manos mientras observa la pared por la que yo he pasado. De repente me vienen a la cabeza las fotografías que mi abuela me enseñaba de los años 60.
Me acerco a ella hasta que solo nos separa unos cuantos metros.

+¿Tu no subes?
-No, estoy esperando a alguien.-Me mira en un parpadeo con una sonrisa demasiado dulce, y vuelve a mirar hacia la pared. Yo me giro intigrada esperanzada porque lo que ella este viendo sea la puerta de luz otra vez, pero solo esta la pared de piedras.
+¿Cuanto tiempo llevas esperando?.-Era una extraña curiosidad.
-¿Y que mas da el tiempo si sabes que vas a conseguir tu objetivo?
+¿Donde estamos? ¿Que es esto?
-No lo se, yo he quedado en este mismo callejón, en este escalón y justo en esta misma piedra.-Dice mientras hace una mueca de indiferencia sin borrar esa sonrisa dulce.

Tengo miedo, jamas lo reconozco, ni si quiera permito reconocerlo en mis pensamientos, pero lo tenia y lo peor era que no sabia que hacer, donde ir ni que decir.
De repente ella apoya sus manos en los sus rodillas y me mira con demasiada comprensión en su cara.

-¿Que haces aquí?
+No lo se, estaba observandome y. . . El hombre. . . Lo seguí y desapareció la puerta y. . . Tengo miedo.

No podía ser un sueño y si lo era, era el sueño que había sentido, olido, oído, tocado y visto mas vivo que jamas podría tener nadie en su existencia.

-He visto demasiadas personas venir aquí, algunas vienen y suben las escaleras corriendo, otras mas lentas, con cautela o energía, otras tantas sonriendo, pero jamas, nunca, han dudado y sobretodo jamas han temido. No estas preparada aun, no estas lista para entrar.
+Lo siento pero no te entiendo.-No sabia donde estaba y ni si quiera sabia de que me hablaba.

Ella se inclina y coge mis muñecas con mucha suavidad mientras que con sus pulgares acaricia dos cicatrices grandes de mis muñecas, al verlas me sorprendo y me quito de su agarre de manera muy brusca.

-Nuestro camino esta escrito, pero nosotros mismos somos los redactores que debemos corregir las comas, las faltas, incluso borrar y volver a escribir un trozo de historia, a veces acertamos y otras, no. Todos cometemos errores en nuestra vida pero a muy pocos se les da la oportunidad de rectificar y empezar otra vez.

Antes de que pudiera contestar la pared volvió a convertirse en la luz blanca a mis espaldas, ella se levanto con una enorme sonrisa en los labios mientras daba unos cuantos pasos. De la luz salio un hombre de unos 60 años con otra sonrisa en la cara, era alto de cabello moreno salpimentado con algunas canas, ando hasta la chica y los dos se miraron y desprendían tanto amor que incluso si ese amor brillara cegaría mucho mas que cualquier luz en el mundo.
Se cogen de la mano y comienzan a subir esa escalera que yo no quiero ni me atrevo a subir, pero cuando están arriba, antes de entrar, ella se gira y el también a ver que es lo que la detiene, y de repente ya no es un hombre de 60 años, es un muchacho con una cara que me recuerda a la de los niños guapos, es alto y delgado con el pelo moreno un poco mas largo de lo normal. Ninguno de los dos llegaria a los 20 años.

-Pocos son afortunados en tener en las manos segundas oportunidades, si te preguntas porque, vuelve, acepta lo que te venga tal cual, y sacale el mayor jugo de felicidad que tenga, aunque no se la veas; vive.

Se giro, volvió a mirar al chico, los dos traspasaron la puerta y desaparecieron.
Antes de que pudiera ser consciente de que pasaba una gran fuerza tiro de mi a mis espaldas, quise gritar  pero el el aire no salio de mi garganta, las escalera se volvieron lejanas, las paredes del callejón pasaron delante de mis ojos a una velocidad espectacular, la sala, las personas de verde, los instrumentos que jamas aprendería, el olor antiséptico. Me tiraron encima de mi cuerpo y sentí que mi pecho se hinchaba, que mis pulmones se llenaban de aire casi hasta explotar, que mi corazón bombeaba en un tic tac rapidísimo, mis ojos intentaban parpadear pero o no podía por las luces o el cansancio no me lo permitia. Mis oídos comenzaron acostumbrarse y comencé a escuchar voces de fondo y una maquina que seguia el ritmo de los latidos de mi corazón.

-Inyectale la. . . vive, va a vivir.
-Ha sobrevivido.

Es lo ultimo que escuche cuando caí en las brumas del sueño.



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